Violencia en las escuelas


La violencia es un fenómeno preocupante por su cotidianeidad, la diversidad de expresiones que presenta y su extensión. Por ello nadie duda de su constante incremento a pesar de que los estudios técnicos no justifiquen siempre esta consensuada percepción colectiva. Esta creencia, el incremento constante de la violencia, genera ansiedad por la amenaza que representa la violencia para el bienestar personal y social. Nos preocupa la violencia política y el terrorismo, nos desespera la violencia de género, nos sorprende e irrita la violencia en el trabajo, nos amarga la violencia en el deporte, nos repugna la violencia sexual y los malos tratos infantiles, nos intranquiliza la violencia juvenil y, ahora también, nos desazona la violencia en la escuela. Este tipo de violencia está en primer plano de la actualidad y tan grave parece que se proponen penas de cárcel para los agresores de los maestros. Las noticias que vamos conociendo sobre la extensión del acoso escolar, las agresiones de los estudiantes a los docentes y también, de los padres a los docentes muestran, a veces con cierta imprecisión por su magnificación o minimización, que en la escuela suceden actos violentos graves con demasiada frecuencia.

¿Qué razones explican esta situación de violencia en la escuela? Primero, por obvio que parezca, ningún fenómeno social complejo, y la violencia en las escuelas lo es, tiene una única y simple causa. Cada tipo de violencia tiene sus motivos, no hay una causa general que los explique a todos por igual y que no sea una generalización excesiva, abstracta e hipotética. Buscar una causa simple y común a la violencia en las escuelas es ineficaz ya que, de existir, seria necesariamente tan genérica que poco podríamos hacer para cambiarla con la rapidez y urgencia que la situación exige. No obstante es frecuente atribuir la violencia en la escuela a una razón principal. Las proposiciones son variadas y entre ellas destacan las siguientes: la sociedad se ha vuelto más violenta y la escuela refleja estos cambios sociales, los padres han fracasado o han abdicado en su tarea de educar a su prole, los niños se han transformado en tiranos porque lo tienen todo y nada satisface sus necesidades y eso los ha convertido en más violentos, los medios de comunicación socializan en la violencia a los menores, no hay castigos que disuadan a los jóvenes en su comportamiento cruel y agresivo, los profesionales de la educación han renunciado a sus responsabilidades educativas, etc… Todas estas explicaciones son más o menos probables y razonables, pero ninguna de ellas explica, a tenor de los estudios realizados, la realidad actual de la violencia en las escuelas.

Ante cualquier suceso o acto violento y de acuerdo al tipo de violencia de que se trate, podemos identificar un conflicto determinado y específico que es la razón última de aquel acto violento. Cuando un padre se dirige intencionadamente a discutir con un maestro y acaba agrediéndole o cuando un adolescente, generalmente con su grupo, espera a un docente para atacarle en la calle o en el propio centro, en cada caso podemos identificar un conflicto específico. En la escuela los conflictos entre profesores, estudiantes y padres son de naturaleza diferente. En el caso del padre, probablemente, el conflicto tiene que ver con algún desacuerdo con la actuación del maestro para con su hijo mientras que, en el caso del adolescente, la razón puede ser el deseo de vengarse o burlarse del maestro. El conflicto es la causa de la violencia pero los que la ejercen son los agresores que pretenden resolver el conflicto de un modo violento. Naturalmente que la existencia de conflictos no justifica la violencia escolar. Los conflictos en la escuela son propios de su estructura y de la función que tiene y siempre existirán. Pero, y en ello casi todos estamos de acuerdo, actuar violentamente es un recurso inaceptable.

Así pues los conflictos son la primera e inmediata causa de una actuación violenta. En torno a esos conflictos, reales o imaginarios, los actores que lo viven, los agresores, las víctimas y el contexto donde se enmarcan sus relaciones, añaden factores que facilitan, desencadenan y estimulan la utilización de las conductas violentas. También existen otros factores que las dificultan, inhiben o suprimen. El equilibrio inestable entre ambos tipos de factores determina la aparición y la gravedad de la violencia. Estos factores son los que tienen la clave de la situación actual de violencia en las escuelas.

Y, ¿cuales son? ¿Qué factores tienen una relación directa con la situación actual de violencia grave en las escuelas? Son muchos y de naturaleza diversa. Cada uno de ellos, por si solo, tiene un pequeño efecto pero todos juntos se interaccionan produciendo la facilitación y la potenciación de los actos violentos en la escuela. Estos factores se pueden enmarcar en los cambios sucedidos en el entorno educativo y escolar de los últimos 25 años. Estos cambios han producido la aparición de nuevos factores que facilitan el uso de la violencia en situaciones conflictivas y también la desaparición de otros factores que inhibían los comportamientos violentos. Además estos cambios han comportado la aparición de nuevos conflictos que se añaden a los más clásicos y tradicionales de la escuela. Más detalladamente estos factores se han originado en el constante e incesante cambio del marco legislativo de la educación, las recientes y múltiples exigencias sociales que recaen sobre la escuela los educadores y los gestores educativos en su actividad diaria, la universalidad extendida de la obligatoriedad educativa hasta los 16 años, la enorme diversidad que se concentra en los centros educativos, la constante exigencia de participación de los padres y otros agentes sociales en la escuela, etc.. Muchos de estos nuevos elementos, que influyen mucho en la dinámica cotidiana de los centros educativos, que se han ido introduciendo de forma justificada por el momento histórico que vivimos, han creado un marco de relaciones interpersonales en la escuela en el cual, los conflictos tienen nuevos elementos y reglas de juego.

Estos cambios no son la causa en sí de la violencia en las escuelas pero han actuado como factores facilitadores y potenciadores de la misma. A la vez los responsables de evitar estos conflictos no han podido o no han sabido anticipar medidas eficaces preventivas y la violencia se ha ido extendiendo de forma gradual. Por eso hoy tenemos una problemática grave, ante la que hay que actuar urgentemente con medidas basadas en el conocimiento riguroso de este nuevo patrón de relaciones interpersonales en las escuelas y que facilita la violencia en la escuela. Esta exigencia no comporta necesariamente que para comprender la violencia en la escuela haya que replantearse repetida e insistentemente prácticamente todos los fundamentos de la sociedad en que vivimos, ni de las formas de relación social que nos hemos dado y que, aún siendo manifiestamente mejorables, cuando se miran desde otro punto de mira han dado muy buenos resultados, mucho mejores de lo que los más optimistas auguraban en los años 70.