Violencia de género: los femicidios y la desesperanza de las estadísticas.

Los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o exparejas sentimentales son execrables, profundamente dolorosos y socialmente muy dañinos. Acontecen en el contexto íntimo y casi siempre en el entorno familiar, provocando por ello unas consecuencias más impactantes que la mayoría de crímenes violentos e igualmente viles. Todos tenemos conciencia de la necesidad de eliminar de una vez este tipo de violencia y, desde hace ya unos cuantos años, existe una gran sensibilización contra esta forma de violencia de pareja que recibe un rechazo generalizado y casi universal.  Además se han tomado medidas y se han realizado actuaciones a todos los niveles para intentar acabar con la violencia de género con la aplicación de potentes recursos sociales, legislativos a todos los niveles posibles (policial, judicial, sanitario,…). Sin embargo la realidad diaria nos pone frente a una estadística de “femicidios” que parece independiente de cualquier acción, lo que nos produce una gran desesperanza y un marcado pesimismo.















Cada año en España, desde 2003, muere una media aproximada de 67 mujeres víctimas de la violencia de pareja. Casi un 60% de éstas fueron asesinadas por sus parejas y el resto por sus exparejas. Las hay españolas (64,2%) y extranjeras (35,8%) y sus edades oscilan entre los 16 y los 80 años. Un 26,9% había denunciado a su agresor y tenia, con mayor o menor intensidad, medidas de protección y el restante  63,1%, no. El grupo de los asesinos también tienen sus parámetros estadísticos de los cuales solo queremos mencionar el hecho, extraño criminológicamente aunque relevante, de que se suicidaron el 16,4% y lo intento otro 20,9%. Todos estos datos son extraídos de las recientes estadísticas que proporcionan el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad. Estos son los datos y causan, solo hace falta leer la prensa y las declaraciones oficiales, la opinión de que la situación de la violencia de género empeora y parece que no hay nada que hacer para resolver este problema. Quizás este pesimismo no sea del todo justificado y, además, nos impide ser más perspicaces en la búsqueda de nuevas medidas para  reducir los femicidios.
Concluir que las cosas van mal en la lucha contra la violencia de género porque las tasas de asesinatos no se reducen es, cuando menos, un juicio sesgado y quizás no muy correcto. Las fluctuaciones anuales del número de mujeres asesinadas no es el mejor indicador de la dinámica global de la violencia contra la mujer. Naturalmente que los femicidios son el fenómeno más grave y contra el que hay que aplicar los máximos esfuerzos para eliminarlos, pero no son el mejor “termómetro” de cómo va la lucha contra la violencia de género. Y no lo es por dos razones. Primero porque la violencia de género es muy heterogénea, va desde la violencia física puntual o esporádica - naturalmente incluyendo los asesinatos- hasta las coacciones y humillaciones más sutiles y crónicas, pasando por distintos tipos de abusos sexuales a veces malinterpretados en el seno de las parejas. Para conocer la evolución de todas las expresiones de la violencia de género disponemos de datos epidemiológicos, sociológicos, clínicos, criminológicos, etc.. La mayoría de ellos confluyen en un panorama temporal donde destacan tres cosas: los asesinatos se mantienen estables, se reduce la mayoría de formas de violencia grave y aumenta la detección, por tanto el impacto, de las formas de violencia menos grave. En segundo lugar conviene indicar que las causas de los femicidios son mucho más específicas que las del resto de formas de violencia de género. De hecho el asesinato no siempre es el final de todos los procesos de maltrato continuado, y por tanto son muy difíciles de anticipar y prevenir, no olvidemos que hay un buen número de casos de femicidios sin historial de malos tratos, conocidos o no.
Pero si bien podemos ser algo optimistas en cuanto a la eficacia de la lucha contra la violencia de género en la mayoría de sus formas, aún queda por responder la pregunta: ¿qué hacer con los femicidios? Primero e imprescindible: evitar aquellos casos que haya conocimiento (medidas de protección, alejamiento, denuncias…) del riesgo de violencia grave  se produzca el ataque mortal sobre la mujer. Hay que concentrar esfuerzos en estos casos ya que representan una cuarta parte de los femicidios y son, con las dificultades inherentes propias de este tipo de delito, los más accesibles a la prevención sobre todo en comparación con aquellos que sobrevienen sin ningún indicio, amenaza o conocimiento oficial anterior. Segundo, realizar campañas de detección precoz de violencia de género en todos los servicios públicos que atienden a mujeres en situación de riesgo de ser víctimas de violencia de pareja. Tercero, seguir concienciando de la necesidad de buscar ayuda y protección en aquellas mujeres que se encuentren en conflictos muy graves de pareja, sea cual sea la causa de los mismos.
Una última propuesta que, atendiendo a experiencias internacionales, se ha mostrado eficaz en la lucha contra los femicidios y que consiste en analizar cada asesinato, todos y cada uno de ellos, por medio de una comisión análoga a la que se forma después de un accidente aéreo y constituida al efecto, para descubrir los recovecos particulares de cada feminicidio. Estas comisiones pueden descubrir que ha fallado, que ha desencadenado el asesinato y aprovechar este conocimiento para luchar de forma más eficaz contra los femicidios futuros.  Probablemente estas medidas solamente añadan un pequeño efecto, algo más de eficacia, a las medidas que ya funcionan, pero es imprescindible sumar esfuerzos para eliminar decididamente esta gravísima situación que día tras día nos abruma y nos llena de dolor.