El abusador sexual infantil: entre el delincuente peligroso y el ciudadano socialmente bien integrado.


El abusador sexual infantil: entre el delincuente peligroso y el ciudadano socialmente bien integrado.


Profesores y maestros, sacerdotes, voluntarios, sanitarios, trabajadores sociales, psicólogos y entrenadores deportivos, entre muchos otros profesionales que trabajan con menores aparecen con cierta frecuencia en los medios de comunicación entre los imputados y condenados como abusadores sexuales de menores. También muchas otras personas, sin una identidad profesional particular, lo son. La pederastia y la pedofilia no son exclusivas de ningún entorno profesional aunque obviamente se dan con más frecuencia en aquellos contextos en que los adultos y los menores conviven más allá del entorno familiar. Estas conductas y preferencias sexuales las presentan muy mayoritariamente hombres, de distintas edades, grupos sociales y también en diferentes culturas. Muchos adultos violentan sexualmente a menores que son sus propios hijos o hijas, familiares o conocidos. Otros victimizan a desconocidos de su mismo sexo o del contrario, eso si, siempre y generalmente menores de 13 años.

La imagen estereotipada del agresor sexual lo representa como alguien incorregible, despreciable, despiadado, sin moral, cruel y vicioso. Es impensable que una persona “normal” pueda realizar esas acciones, pero la realidad no es así. Los agresores y abusadores sexuales de menores y niños son muy variados y heterogéneos. Los hay con graves limitaciones psicológicas y personales, con biografías desgraciadas y que viven situaciones muy penosas, pero no todos ellos son así. A los efectos de conocer sus peculiaridades y poderlos identificar con mayor seguridad, hemos de distinguir aquellos que podríamos reconocer como socialmente exitosos y bien adaptados, de aquellos que están socialmente desadaptados y desarraigados. Entre los primeros clasificaríamos a los que estos días están siendo denunciados y presentes en el debate público en Barcelona por los abusos denunciados en el colegio de los Maristas de Sants-Les Corts.


Noticia de El Pais
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La anterior diferenciación entre agresores sexuales y abusadores de menores distingue a los “socialmente exitosos” de los “socialmente inadaptados”. Esta distinción es muy importante a efectos de la prevención porque cada tipo requiere de estrategias preventivas diferenciadas. Naturalmente que esta distinción se acaba cuando se denuncia, juzga y condena a estos delincuentes, pertenezcan a uno u otro de los dos grupos, porque en términos generales la aplicación de la ley implica analizar la legalidad de sus acciones. Pero para detectar y prevenir el riesgo de nuevos abusos o agresiones la pertenencia a un grupo u otro es importante.

Detectar a los abusadores y agresores sexuales de menores del primer grupo, los “socialmente exitosos”, es muy difícil. Lo más problemático es reconocerlos y denunciarlos. Con este grupo se cometen muchos falsos negativos ya que, ante las acusaciones de abusos,  nadie cree que sean sus autores y se toleran muchos hechos punibles por parte de su entorno profesional o familiar. Esto dificulta mucho la prevención de la violencia sexual en contextos educativos y asistenciales e incluso también a nivel intrafamiliar. Por ello cuando se descubren sus acciones – dejando de lado la sorpresa e incredulidad que provocan – impacta la cronicidad de su historial delictivo, a veces años, y las numerosas víctimas producidas. Con este grupo la tarea preventiva primordial es detectarlos y así evitar su actuación silenciosa y secreta.

El grupo de abusadores y agresores sexuales de menores “socialmente inadaptados”, los que generalmente se identifican propiamente como “delincuentes sexuales”, suelen ser pertenecientes a grupos de personas en riesgo de exclusión social, delincuentes mas o menos crónicos y con múltiples problemas de adaptación social. Con este grupo las cosas suceden un poco a la inversa. Aquí la problemática preventiva no se concentra tanto en la detección precoz, que también seria deseable, sino en la intervención posterior a la condena penal. Se trata de gestionar sus riesgos (toxicomanías, desajustes psicosociales, etc. ), por otra parte muy comunes a los que tienen los delincuentes comunes de origen marginal y de grupos de riesgo de exclusión social, para reducir la reiteración de nuevos actos de violencia sexual contra menores. Los programas de rehabilitación para penados, aquí, son imprescindibles para una buena prevención futura.


Las agresiones y abusos sexuales contra los menores son una realidad y constante histórica que, creemos y deseamos, están empezando a dejar de ser impunes en términos sociales y comunitarios. Legalmente hace mucho tiempo están tipificados como delitos. Ahora toca prevenirlos. Afortunadamente cada vez nuestras sociedades son mas intolerantes con la violencia, con todos los actos violentos, y los abusos sexuales a menores lo son, pero esto no debería significar lo mismo que ser intolerantes con sus autores. Hay que atender a las víctimas y, también, a los agresores para prevenir la continuidad de esta y de cualquier otro tipo de violencia.