La personalidad de Donald Trump: pronosticando el futuro.
Existe mucha
expectativa y preocupación ante lo que puede hacer Donald Trump como presidente
de los USA y no parece necesario justificar esta afirmación. Por el contrario, sí
que necesitaremos justificar y fundamentar cualquier pronóstico sobre la
conducta futura de este personaje, especialmente si queremos pronosticar sus
decisiones futuras en base a su forma de ser, a su personalidad.
Ya hace muchos meses que D. Trump
es objeto de análisis por diversos especialistas. Entre estos destacan, por su
frecuencia en los medios de comunicación, psiquiatras que suelen analizar a D. Trump en clave psicopatológica. Muchos de ellos consideran que es el
“arquetipo” de una persona afectada por un “Trastorno de Personalidad
Narcisista”. Esta categoría de trastorno, por su naturaleza, no pronostica
nada bueno.
Los Trastornos de Personalidad son alteraciones crónicas, prácticamente inmodificables, de la
personalidad que tienen consecuencias negativas para las personas afectadas y su
entorno inmediato. En cierto sentido estas consecuencias son similares a las que producen los trastornos mentales graves. Por tanto si fuese cierto que D. Trump tiene un trastorno de personalidad de este tipo nada bueno podemos esperar para el interés general. Posiblemente este
“diagnóstico" es una generalización excesiva, porque
diagnosticar a D. Trump como alguien que sufre un Trastorno de Personalidad en base a las
apariencias extremas de su modo de ser, es claramente inadecuado. Utilizar un
diagnóstico para pronosticar el futuro de un paciente es útil, porque debido a
los efectos del trastorno podemos anticipar que cosas podrán pasar por efecto del trastorno. En este sentido los
trastornos de personalidad tienen dos propiedades interesantes para los pronósticos:
son muy poco modificables y duraderos.
Pero probablemente esta atribución según
la cual D. Trump sufre un trastorno de personalidad no sea más que una
exageración cometida por analogía. Los psiquiatras – y los periodistas que les siguen – suelen utilizar con frecuencia la taxonomía psiquiátrica
para comprender la forma de ser de las personas y personajes que analizan. Eso
les lleva a interpretar como patologías lo que muchas veces no son mas que rasgos distintivos de la
personalidad. Exageran sus juicios sobre personas como los presidentes de
gobierno u otros personajes públicos destacados que, por lo general, no
suelen tener enfermedades mentales tan crónicas o graves o, al menos, en los
momentos más álgidos de su carrera política como se les atribuye. Posiblemente
sea más acertado analizar la personalidad, su idiosincrasia personal, de forma
directa y no por analogía a los trastornos mentales. Es decir hacerlo en clave de normalidad
psicológica y no psicopatológica.
El mejor predictor futuro de la conducta y del comportamiento de los individuos es la personalidad de los mismos. La Personalidad es el conjunto de disposiciones temperamentales, actitudes
y rasgos del carácter que afectan al modo estable y consistente al modo de
comportarse – sobre todo socialmente - de las personas.
Pero, ¿sabemos
cómo es la personalidad de Donald Trump? La respuesta es ambivalente. Podríamos
conocerla bien porque su historia personal, su presencia e importancia pública permiten conocer de él más cosas (biografía, actuaciones, relaciones personales,
actitudes, declaraciones públicas, etc..) que de cualquier persona anónima. Sin embargo, muchas de estas informaciones
son (o pueden ser) falsas, imprecisas, superficiales o ser atribuciones
sesgadas, entre otras cosas y basarse en ellas puede llevar a un análisis
erróneo. Por otra parte desconozco si algún especialista – aunque ya hay
biografías publicadas, análisis periodísticos, etc.. - lo ha estudiado directa
e intencionadamente para hacer un perfil de personalidad de D. Trump. Por tanto, quizás lo que sabemos de él es demasiado
superficial, esté falseado y modificado o sea incompleto, pero se conocen muchas cosas. Hacer un
“diagnóstico” de la personalidad de un personaje público siempre es arriesgado,
pero a la vez excitante y los biógrafos, periodistas e historiadores lo saben
bien porque es siempre interesante.
Dan P. McAdams es
un psicólogo de la Universidad de Northwestern (Chicago,USA), actualmente el
Director del Departamento de Psicología de aquella universidad, y un reconocido
especialista en la Psicología de la Personalidad. El pasado mes de Julio
redacto un informe, publicado en la revista The Atlantic, en el que hace un
análisis de la personalidad de D. Trump que resumiré y comentaré, por su
interés, en este post.
En primer lugar el retrato
“psicológico” de la personalidad de Donald Trump, para tener validez pronostica, ha de
sustentarse en el modelo de rasgos de personalidad mejor contrastado por la Psicología
científica moderna. Y así es como lo ha organizado D.P. McAdams en su trabajo citado. Este esquema de rasgos
básicos de personalidad incluye un conjunto de cinco elementos distintos que,
en combinación, caracterizan la consistencia y la estabilidad conductual de
cualquier persona a lo largo de su trayectoria vital y psicológica.
Estos elementos son las disposiciones temperamentales, las motivaciones y objetivos personales, el auto-concepto y la identidad psicológica, así como las actitudes y las creencias individuales. Estos elementos, precisamente por su estabilidad y consistencia, son poderosos predictores de la conducta futura de las personas. Dice D. P. McAdams, “la personalidad de D. Trump incluye rasgos y disposiciones extremas y esto es infrecuente en las figuras de los anteriores presidentes de los USA, muchas personas que han conocido y tratado a D. Trump dicen que es una persona desconcertante”. Vamos a descomponer esta calificación y describir el perfil de personalidad de D. Trump como si de un proxy se tratase, desde un modelo de personalidad “objetivo y riguroso”, es decir en términos de rasgos de personalidad, motivación e identidad.
Estos elementos son las disposiciones temperamentales, las motivaciones y objetivos personales, el auto-concepto y la identidad psicológica, así como las actitudes y las creencias individuales. Estos elementos, precisamente por su estabilidad y consistencia, son poderosos predictores de la conducta futura de las personas. Dice D. P. McAdams, “la personalidad de D. Trump incluye rasgos y disposiciones extremas y esto es infrecuente en las figuras de los anteriores presidentes de los USA, muchas personas que han conocido y tratado a D. Trump dicen que es una persona desconcertante”. Vamos a descomponer esta calificación y describir el perfil de personalidad de D. Trump como si de un proxy se tratase, desde un modelo de personalidad “objetivo y riguroso”, es decir en términos de rasgos de personalidad, motivación e identidad.
Los estudios
psicológicos de la personalidad humana nos dicen que la matriz básica de disposiciones
y rasgos de personalidad, algo así como el esqueleto psicológico de la individualidad, está formada por 5 grandes elementos que son: la Extroversión (disposición a tener y
disfrutar de las relaciones sociales), el Neuroticismo
(disposición a la regulación de las emociones), la Apertura a la experiencia (disposición a ser abierto y tolerante
con las ideas, las personas, la cultura, los valores, etc..), la Cordialidad (disposición a la humildad,
altruismo y la consideración de los demás) y la Responsabilidad (disposición a ser productivo, prudente y ordenado).
Estas disposiciones se caracterizan funcionalmente por algunas propiedades,
entre las que destacaremos dos: su bipolaridad, cada una de ellas tiene dos
polos y así, por ejemplo, la extroversión es un polo y su contrario la
introversión, y esto vale para las cinco dimensiones. La otra propiedad es que
estas disposiciones, que están presentes en todas las personas, siempre actúan
en conjunto, combinadas y a la vez, como respuesta a las demandas situacionales
del entorno y del momento.
El perfil de
personalidad no es más que la configuración individual de estas cinco disposiciones.
Cada configuración de rasgos es como el esqueleto psicológico de la
individualidad, está constituido por elementos rígidos, que no cambian mucho con
el paso del tiempo, pero a su vez su combinación es única, relativamente
flexible y estable para soportar el funcionamiento psicológico de su “portador”
a lo largo de toda la vida. Lo más práctico – pero válido - para conocer la
personalidad de un individuo es ver en cual o cuales de estas cinco dimensiones
destaca y que combinación es la suya, la que identifica su idiosincrasia
psicológica.
D. P. McAdams
dice, después de analizar mucha documentación fiable y comparando este nuevo
presidente con muchos otros expresidentes norteamericanos, que D. Trump refleja
una Extroversión elevada o extrema, que aparece combinada con una también
extremada baja Cordialidad. Para hacernos una idea de lo que significa esto es
útil comparar los rasgos de la personalidad de D. Trump con los de otros
presidentes. Así B. Obama parece relativamente más introvertido y también
muestra un poco más de Neuroticismo y G.W. Bush es también muy extrovertido y a
su vez muestra muy poca Apertura a la experiencia.
Se conoce a D. Trump como alguien siempre inmerso en actividades sociales, muy activo, optimista, pródigo,
enérgico, hablador, etc.. solo hay que mirar su actividad frenética con los
“tweets” o su energía como protagonista y centro de las reuniones.
Asimismo D. Trump es un impenitente buscador de experiencias positivas y
placenteras, premios, recompensas y ganancias, parece no tener fin en esta actividad.
La Cordialidad de Trump es también igual de extrema que su Extroversión, pero
en el sentido contrario, es decir muy, muy baja. Es duro, orgulloso,
pretencioso, desconfiado, rudo en el trato, arrogante, deshonesto, faltón y puede ser muy desagradable con los demás. Ambas disposiciones,
Extroversión y Cordialidad, tienen que ver con las relaciones sociales y con las personas. La personalidad de D. Trump destaca por reunir, a la vez, dos
rasgos extremos en su personalidad y, como no podía ser de otra forma, su
biografía está llena de ejemplos que lo confirman. En su biografía destacan la
gran variedad e intensidad de sus relaciones sociales, con una constante y elevada
desconsideración para aquellos a los que no aprecia, sea por el motivo que sea. Quizás
por este segundo rasgo no aparecen en su entorno colaboradores estrechos y
cercanos que no sean otros que los miembros de su propia familia.
En clave pronostica,
su estilo de interacción social va a ser probablemente así: muchas relaciones y
muy desconsideradas con aquel o aquellos con los que el propio D. Trump no tenga lazos
afectivos y de compromiso personal – aunque sea coyuntural - en el momento de
la toma de decisiones. Esta combinación augura decisiones arriesgadas a la
búsqueda de grandes recompensas futuras sin importar mucho el costo que puedan tener para otros. No obstante, de esta combinación y en función de lo que se
espera de un líder político, lo más desconcertante y preocupante sea su extremadamente
baja cordialidad, ya que por la naturaleza de las tareas que habrá de realizar
en su cargo de presidente de los USA, la alta Extroversión no es una “mala”
disposición, pero la baja Cordialidad sí parece que lo es.
En cuanto a los
demás rasgos de personalidad de D. Trump destacaremos un nivel relativamente
alto de Neuroticismo, evidenciado en una cierta inestabilidad emocional, no muy grave, ya que se
muestra como alguien impulsivo, agresivo, irritable y que suele enfadarse con
facilidad, si bien en su biografía no se encuentran muestras de ser una persona
ansiosa o con tendencia a la depresión ni, por supuesto, atemorizada o miedosa.
Tampoco es especialmente elevada su disposición a la Responsabilidad, en el sentido de ser consciente y prudente, pero sí parece tener buena capacidad
ejecutiva y elevada motivación para obtener logros a medio plazo. Que no sea
muy responsable no significa que sea muy poco responsable, su trayectoria
exitosa ha necesitado de un cierto nivel de responsabilidad y, por esta evidencia,
consideramos que su nivel de Responsabilidad se ha de considerar medio o
relativamente alto. En cuanto a la Apertura a la experiencia, la disposición a
la curiosidad intelectual y la flexibilidad mental de aceptar las novedades,
podemos decir que D. Trump muestra un nivel bajo, pues aparece como una persona
a quien no le interesa mucho la innovación, el arte o los proyectos
relacionados con la diversidad y la novedad. No obstante, este rasgo de
personalidad de D. Trump queda muy difuminado por la naturaleza de sus valores,
creencias e ideas populistas, sexistas y tradicionalistas.
Su forma de actuar en política parece basarse en su estilo de relaciones interpersonales, por tanto muestra preferencia por la
negociación directa, personal y ejecutiva que ha utilizado en sus tratos económicos, comerciales o financieros. Es conocido que D. Trump está acostumbrado a llevar él mismo las
negociaciones y, por tanto, es posible que continúe así. Es muy probable que
participe, ponga y quite a sus negociadores si no le convence cómo hacen
las cosas. El personalismo y la voluntad de resolver los temas de forma
ejecutiva, con su participación directa, creemos formarán parte de su actuación
como líder político independientemente de la naturaleza de los problemas a
tratar.
Otro elemento que
constituye la personalidad es la identidad, la imagen que cada uno mismo tiene de sí mismo.
Generalmente la identidad proviene de una cristalización subjetiva y personal
de la propia biografía y afecta también a la forma como cada uno ve el
mundo que le rodea y, en consecuencia, afecta a sus decisiones cotidianas. La
historia personal de D. Trump parece mostrar una trayectoria con una buena vida
personal y familiar, exitosa en el mundo de los negocios. Los biógrafos dicen
que D. Trump, quizás por influencias paternas, siempre ha creído que en la vida
hay muchos peligros a combatir, que hay que luchar y ser duro para triunfar. D.
Trump quería ser el más duro de los chicos de su barrio y también el ganador en
su entorno profesional. Este estilo se observa también en su paso por la
Academia Militar de New York, en la que estudio durante unos años, y que
probablemente consolido esta visión de las cosas. Todo lo que representa lo
militar, lucha y triunfo, identifica a D. Trump. Sus biógrafos dicen que su
estilo empresarial también encaja en este esquema de competición. Del análisis
de sus conferencias y escritos se deduce esta voluntad de ganar, de luchar, de
correr riesgos para ganar y, además, casi nunca hay mención para los vencidos,
las consecuencias negativas de la lucha y de la resolución drástica de los
conflictos. Quizás la mejor imagen identitaria de D. Trump tiene de sí mismo es la de un guerrero
vencedor, a pesar de los 70 años que tiene.
Muchos psicólogos
y psiquiatras que han hecho públicas sus opiniones y comentarios sobre D. Trump
coinciden en que es un modelo “casi perfecto” del Narcisismo. Dicen que sólo
hay que fijarse en el hecho de que D. Trump pone en sus propiedades su nombre
escrito en letras de oro y/o de forma muy destacada. Pero más que fijarnos en
la dimensión clínico-patológica del narcisismo de D. Trump podemos considerar
que esta característica nos informa, sobre todo, de sus motivaciones. La
motivación también forma parte de la personalidad individual, si bien es un
elemento más dinámico y pasajero que los propios rasgos, pero también
individualiza la forma de ser y comportarse de las personas.
El narcisismo
tradicionalmente se asocia a una patología de la personalidad y se sustenta en
el mito del joven Narciso. ¿Qué quería Narciso, el joven que se enamoró de su
imagen reflejada en el agua? Más que ninguna otra cosa quererse a sí mismo.
Pero los narcisistas también desean que los demás les quieran, les admiren, les
vean como personas poderosas, bellas y brillantes, tal como ellos se ven a sí
mismos. “Soy el rey de…” es la frase que podía firmar reiteradamente D. Trump.
Su narcisismo no esconde una historia de necesidades afectivas infantiles no
satisfechas, más bien reflejan un deseo insaciable de logros, una ambición
enorme y permanente. Querer ser el primero siempre, en todo y reconocido por
todos. Desgraciadamente el narcisismo en un gobernante tiene dos caras, una
positiva, la que aparece en los planes de realizar muchos y grandes proyectos,
pero también una negativa, el alto riesgo de acabar ejecutando conductas poco
éticas, egoístas y amorales en el marco de esos planes.
D. P. McAdams se
pregunta ¿Quién es realmente Donald Trump? ¿Qué hay detrás de la máscara?
Podemos discernir poco más que a un personaje extrovertido, poco cordial y con
el convencimiento de que la mejor guía de actuación es buscar el éxito para sí
mismo siguiendo la estrategia del guerrero incansable, poderoso y que al final,
siempre consigue la victoria. Un último
comentario referente a la personalidad de D. Trump, después de analizar su biografía y modo de ser, siempre nos quedará la duda de si lo que se ha analizado es la
“persona” o el “personaje” de Donald Trump, pero la aproximación a la
personalidad del actual presidente de los USA que he resumido y comentado, es
probable que sea la más verosímil y lo es porque se
sustenta, a la vez, en buenas evidencias y en un esquema de análisis de la personalidad
que tiene el mayor apoyo científico del momento.